analisis literario

lunes, 7 de diciembre de 2020

¿Qué es la novela?

 

¿Qué es la novela?

 Cabe preguntarse, pues de este se trata este blog. ¿Qué es la novela? La novela es una narración que trasciende y vive, podrían decir algunos, sin duda lo más románticos, mas no tendríamos una definición correcta. De nada nos serviría decir esto, pues no llega a nada. La verdad es que, como ocurre con muchas cosas de naturaleza metafísica, la definición de “novela” es bastante complicada; tanto que no puede darse como tal y de manera categórica, sería como preguntarse ¿Qué es el espíritu?

 La novela no es una obra de teatro larga, y tampoco es un poema, eso es claro, pero bastante insuficiente, saber que no es, no ayuda. En nada sirve en la definición de un elefante el saber que no es un ratón ¿Por qué la Ilíada y la Odisea no son novelas, pero Eugenio Oneguin sí? Es decir, ambas realizan una narración en verso ¿no? Naturalmente es porque una novela es más que la suma de sus partes y no es, simplemente, una narración en secuencia de hechos. Carece de sentido intentar encerrar una novela en unos parámetros únicos e infranqueables, pues cualquiera sea lo que, en cuestión de estructura, se diga sobre la novela ya ha sido burlado con gran soltura y habilidad.

Aspectos mínimos y aspecto más complejos.

Sin embargo, a pesar de lo dicho antes, podemos establecer como mínimos unas cuantas características presentes en la novela. Aunque, claro, esas características no definen al concepto y no explican nada. Para empezar: la novela es una narración escrita. Es decir, la novela no existe fuera del libro, ya sea, por los tiempos que corren, digital o físico. Esta característica implica que la novela es una narración que existe para ser leída. Diferencia de un poema, cuya existencia está dada por su lectura en voz alta por su declamación y capacidad de concreción. Diferencia de una obra de teatro, la cual, aunque narra, está pensada para contar las cosas gracias al papel que da el actor en escena.

La narración de la novela se diferencia del cuento por dos aspectos, uno general e irresoluto y otro más complejo e importante. El primero es la longitud. La novela es más larga que el cuento, un cuento puede tener desde una frase hasta unas 50 páginas más o menos, mientras que la novela se extiende más en su longitud. Aunque esto último es perfectamente discutible. Lo segundo es el tratamiento temático. El cuento, por lo general, toma un tema y lo aborda; desarrolla ese tema, independiente de lo que le tome desarrollarlo, y lo concluye. En la brevedad de dicho tratamiento y en su concreción está la base del cuento. La novela, de manera separada, lo que hace es tomar y desarrollar varios temas de manera paralela, por dicho motivo es en general más larga que el cuento. La concreción de los diferentes temas que trata obliga a la narración a tomarse más tiempo para concluir todo de manera clara.

Otro de los aspectos de la novela está en los personajes. El conjunto de temas que trata una novela se desarrolla a través de la interacción de los diferentes personajes, o de la concreción del pensamiento que se da por medio de dicha interacción. Si bien esto no quiere decir que un tema, por personaje, si es verdad que para poder desarrollar los diferentes temas es necesario que la novela tenga más personajes con los cuales se pueda concretar el conjunto de ideas que se plantean en la novela y que el autor quiere transmitir.

Otro aspecto, ya no de la novela, sino de la narración, es la presencia de la voz de los personajes. Si bien es cierto que hay obras sin diálogo, también es verdad que cada personaje tiene una voz una presencia la cual es necesario respetar. Aunque todo esto es algo que puede notarse sin ninguna explicación de tipo de teórico. Solo es lo mínimo, la parte tan simple que, por demás llega a resultar irresoluta.

Ello no nos define novela. 

Lo triste es que, en lo referente a definir novela, no sirve ni siquiera la etimología. La palabra novela viene del italiano Novella, novedad, noticia recién dada (o eso dice el diccionario de la real academia) y ésta a su vez del latín novo (nuevo). Bien, ello en nada nos sirve, si asumimos la novela desde lo nuevo podríamos asumir que todo lo que se refiere a obras con más de 20 años no son novelas, y si lo tomamos desde el término italiano, es decir, noticia, nos limitaríamos simplemente a los hechos ocurridos, cosa que en nada diferenciaría al novelista del historiador o el periodista, los cuales si buscan narrar las cosas de la manera más fiel a la verdad o al hecho (aunque esto ocurre por creer que la forma en la que definía el mundo antes sirve para explicar cómo entendemos el mundo actualmente) Y se está excluyendo a las obras de no ficción. Aunque ello no quiere decir que no sirva como punto de partida. La novela por otra parte si parte de una narración, pero tiende más al subjetivismo, cosa que incluso el propio Zola admitía, a pesar de todo su naturalismo científico, al afirmar una obra era un fragmento de la realidad visto desde un carácter. Lo correcto es reconocer que la novela es un conjunto de cosas que se entrelazan, pero que nacen por un motivo muy concreto.  

Lo primero que tenemos que aclarar es que la novela existe porque es la forma de la narración de nuestro tiempo. Incluso si no sirve para definirla, la etimología nos dice que sí sería la narración del modernismo; un tiempo que podemos aplicar desde la invención de la imprenta. El siguiente detalle histórico a favor de la novela es la facilidad en la creación del papel. No bromeo si afirmo con toda seguridad que sin esas dos cosas la novela jamás se hubiese popularizado. Con el papel se facilitó la posibilidad de plasmar las ideas en un escrito y que la reproducción de un pensamiento saliera barato, con la imprenta ese escrito podía repetirse de manera íntegra con relativa rapidez. Claro, esto no explica que fue lo que dio pie a la novela, pero sí a su aplicación. La verdad de esto se constata en el simple hecho de que las narraciones dejaron de ser memorizables por necesidad, lo que permitió a los escritores plasmar su pensamiento de manera más directa, usando la prosa, sin la intervención de alguien que la recordase en una forma de métrica memorizable.

Con una forma más directa de generar la narración, las cosas se volvieron mucho más claras, y las obras se permitieron ser más largas. Pero la novela no es simplemente una narración en prosa, como ya dije, Eugenio Oneguin es considerada una novela en verso. La prosa no es una característica inmanente de la novela, pero convengamos en que la mayoría están escritas así. Mas la imprenta sirvió como un contrapunto que dio al mundo la expansión del conocimiento y también la entrada a los tiempos que corren, a este modernismo. El cual sí podemos catalogar como nuestro tiempo.

Comprensión de la realidad.

La novela se presenta como la narración que viene a desbancar a la epopeya. No deja de ser épica la novela, pues su movimiento lo tiene también la epopeya, pero el sentido del mundo se ve cambiado. Que es algo capital para comprender qué es la novela. Tenemos la narración, la noticia de lo que ocurre, pero también el cómo ocurre. Nace del resultado de la separación de nuestro tiempo que no busca la epopeya. Se siente en el mundo el resultado de lo que existe y le da a aquello que existe una respuesta, pero esa respuesta gana por ser vaga, pues en nuestro tiempo ha conseguido suponer que no todo es un caso de la verdad suprema de las cosas. «La novela es la forma de la madura virilidad, a diferencia de la infancia normativa de la epopeya» (György Lukács, 1916). El autor húngaro quiere decir con esto que la novela es una forma narrativa que ve el mundo con ojos de madurez. La novela, a diferencia de la épica clásica, no existe apegada los principios mitológicos que enmarcan a los personajes en una característica única, o, dicho de otra forma, una enseñanza. El personaje novelesco no sacrificará a su hijo porque dios se lo dice, y si lo hace no vendrá un ángel a salvar al pequeño. La mujer que lleva veinte años sin ver a su marido lo dará por muerto y se casará con otro, si se casa, claro. Pues la novela existe en una cuestión de humanidad que sabe que no todo es un idealismo apegado a la naturaleza didáctica de la epopeya. Cuando Lukács habla de infancia normativa, habla de cuestiones didácticas, pero no como una interpretación de lo que es la épica. Podemos comprender que Penélope es fiel, que Aquiles es alguien de carácter iracundo, que Ulises es inteligente y orgulloso. Esa característica no se modifica y se lleva hasta las últimas consecuencias; la epopeya juzga desde un principio si la característica del personaje es positiva o negativa y hace que el personaje alcance una meta, comprable a la característica del personaje. Si bien el autor de Teoría de Novela reconoce esto como una interpretación muy apegada a las ideas Hegelianas que por entonces utilizaba en su metodología de trabajo, no dejan de ser aplicables, pues la obra funciona como guía.

La novela es la forma de la aventura, del valor propio de la interioridad; su contenido es la historia del alma que parte para conocerse, que busca las aventuras para ser probada en ellas, para hallar, sosteniéndose en ellas, su propia esencialidad. La seguridad interna del mundo épico excluye la aventura en ese sentido propio: los héroes de la epopeya recorren toda una abigarrada serie de aventuras, pero no se pone en duda que las van a superar interna y externamente; los dioses que dominan el mundo han de triunfar siempre sobre los demonios (a los que la mitología india llama «dioses de los obstáculos»). De aquí la pasividad del héroe épico, requerida por Goethe y Schiller: el ciclo de aventuras que adorna y llena su vida es la configuración de la totalidad objetiva y extensiva del mundo, y él mismo no es sino el luminoso centro en torno al cual gira ese despliegue, el punto íntimamente más inmóvil del rítmico movimiento del mundo (György Lukács, 1916).

Y he aquí la gran parte, el personaje novelesco no es la manifestación del ideal, es la representación de la humanidad.

A Heracles, aún si el gran fallo no es realmente su culpa, sí es él que cometió el error, le ponen pruebas imposibles y el personaje, que es la manifestación de la voluntad, las solventa y se redime. En la tragedia el personaje manifiesta algún fallo primordial que lo lleva a su fatal desenlace, pero el motivo por el que la tragedia se mantiene y la epopeya no, es que la tragedia mantiene una esencia de lucha que se ve vuelca al fracaso, gracias, en parte, por la manifestación de la realidad, que se mantiene en la esencia natural de la vida. La epopeya, sin embargo, y la razón de su olvido en los avatares de la creación, se mantienen en el deber ser. La búsqueda de la idea de lo que es un ideal. Gilgamesh está en la búsqueda, y ello es el objetivo de su épica, de ser un rey sabio, aun si no lo sabe él. La historia conduce al héroe sumerio a través de pruebas a su voluntad y, también, al castigo a su arrogancia. Aquiles es arrogante y colérico, su final es la muerte. Ulises es listo, agradable, buen anfitrión y buen marido (en los estándares de la época, claro), pero muy orgulloso. Ese defecto hace que se pierda, literalmente, durante diez años obligado a sufrir muchos castigos a su orgullo. Una vez dado este castigo y como respuesta a sus buenas cualidades regresa a su hogar y vive plácidamente. 

La naturaleza de la épica resulta así, pero no la de la novela. Un padre podrá sacrificarse mucho por sus hijas, pero estas, al final, lo abandonaran, como nos presenta Balzac. La naturaleza resulta en ese “deber ser” que es la idea máxima del ideal épico, pero que, al ser un ideal, nunca será humano. Expresado así.

«El deber-ser, en cuya desesperada intensidad se refugia la esencia libre y enrarecida en la tierra, se puede objetivar en el yo inteligible como psicología normativa del héroe, mientras que en el yo empírico sigue siendo un deber-ser. Su fuerza es puramente psicológica, de la misma especie que la de los demás elementos del alma; su posición de fines es empírica, de la misma especie que la de las demás aspiraciones posibles dadas por el hombre o por su entorno; sus contenidos son históricos, de la misma especie que los demás producidos por el curso de los tiempos, y es imposible arrancarlos del suelo en el que han crecido: pueden ajarse, pero no despertar para una nueva existencia etérea. El deber-ser mata la vida, y el héroe dramático se ciñe la cintura con los atributos simbólicos de la apariencia sensible de la vida precisamente para poder realizar materialmente la ceremonia simbólica de la muerte como materialización de la trascendencia existente; en cambio, los hombres de la épica tienen que vivir, porque si no, destruyen o mutilan el elemento que los soporta, los rodea y los llena. (El deber-ser mata la vida, y todo concepto expresa un deber-ser del objeto: por eso el pensamiento no puede nunca llevar a una verdadera definición de la vida, y acaso también por eso la filosofía del arte es mucho más adecuada para la tragedia que para la épica). El deber-ser mata la vida, y un héroe de la epopeya que se haya construido a base de un ser-debido no será nunca más que una sombra del hombre vivo de la realidad histórica; su sombra, nunca su prototipo; y el mundo que le esté dado como vivencia y aventura no será nunca más que tibio vaciado de lo real» (ibíd.)

Bien, podemos sacar que le héroe novelístico no está ligado a ese “deber ser”, sino más bien a una búsqueda del ser. Y por ello es que Eugenio Oneguin es una novela y la Ilíada no, pues no existe, en el primero, ese deber ser. No existe en la novela la relación maniqueísta de lo divino. Tampoco una relación de enseñanza, la novela sería más una diatriba semi-anárquica contra si misma que una clase con un profesor.

La novela no busca ser la realidad de lo presentado, pero si plasmarla a través del escritor, una representación que intenta ser fiel, pero se ve obstaculizada por la presentación que un autor da de ella, por ello su autor es importante. Es verdad que la obra debe defenderse sola, pero la visión personal del mundo, esa respuesta única en cada individuo es prueba de la realidad de la obra artística.

La madurez y el universo ficcional.

No es que se pretenda definir aquí que es el arte, y mucho menos literatura. Mas es claro que la novela es una muestra de literatura y ello nos hace preguntarnos sobre cómo se concibe la literatura, al menos en su uso de lo que pretendo hacer para mi proyecto. La respuesta es muy sencilla: la literatura al ser un arte que se conserva en la palabra con el fin de ser leído, se mantiene por su perseverancia en la memoria. Lo básico de esta idea es que separa los textos escritos y permite mantener lo artístico, que es dado a sufrir interpretaciones, de lo no artístico, que busca trasmitir las cosas sin buscar interpretación. La gracia consiste en recordar que lo que diga un autor de una obra artística no tiene relación con lo que se pueda interpretar de la obra, que no es lo mismo a decir cosas que no se han dicho. La literatura es pues, el arte en el lenguaje perdurable.  

Esta pequeña desviación sirve para establecer los puntos sobre los cuales se manifiesta la verdad de la novela. Es decir, una pieza de arte narrativa que no se liga al deber ser. Esta es una cualidad inmanente de la novela, que no podría establecerse de manera más clara. La novela busca entre otras cosas afianzarse a la realidad, incluso con obras cuya naturaleza sea de tesis, o en el caso de novelas fantásticas o de fantasía, las cosas no se ligan solo a una idea única y exclusiva, sino a una multivariedad de interpretaciones y representaciones de las cosas, las cuales se establecen por medio de la concepción de la imagen dada por el escritor. Naturalmente, este concepto de la realidad tiene nombre propio: Mímesis. Pero que no es como tal la mímesis absoluta, pues no está presentada con el fin de ser solo un reflejo de la realidad. Una novela es, por lo general, una historia inventada. Está ideada desde la idea básica de que nuestra existencia es más compleja que aquello presentado por las particularidades de la épica didáctica. Y aquí volvemos al porqué la tragedia perduró y la epopeya no. La novela demuestra esa complejidad y la tragedia también.

Cuando hablamos de la definición de una novela se tiene una imagen, quizá un poco platónica, referida a esa palabra, es decir un tomo de cierta extensión que nos narra una historia. Esa historia se presenta desde la verdad del destino humano como tal, naturalmente visto desde un temperamento. Y ese es el motivo por el cual, de nuevo, la palabra “novela” resulta insuficiente para poder hablar de la misma. La expresión que utiliza el francés y el alemán para la ella, creo, permite ver un poco mejor lo que es una novela, más cuando mucho de los teóricos que han hablado del tema lo han hecho en francés y alemán, “Roman” como en “Le Roman Expérimental” y “Die theorie des romans”. “Roman”  que parece tener relación con romántico, pero más que nada con romano, cosa que le da a la palabra un espectro imperial en su concepción,  pero también hace referencia al romanticismo,  cosa que no es inventada como el hecho de que esté, de manera más o menos clara, esta relación en el “Dictionnaire Français Cordial”, si bien la relación con el romanticismo es más bien de éste hacia la novela, permite ver la característica de lo insatisfactorio, de una separación clara de lo existente presente con lo existente pasado.

Con ello la novela se presenta como una narración del hombre en búsqueda de un existente presentado más allá de lo normal establecido por una existencia perfecta.

 «Los personajes novelescos son seres que buscan. El simple hecho de la búsqueda indica que ni las metas ni los caminos se pueden dar de modo inmediato, o que su ser dado psicológico, inmediato e inconmovible, no es un conocimiento evidente de conexiones verdaderas o de necesidades éticas, sino solo un hecho psíquico al que no tiene por qué corresponder nada en el mundo de los objetos ni en el mundo de las normas.» (ibíd.)

Esa búsqueda, que no está enlazada al destino inmutable del héroe es lo que le da a la novela su extensión. Debido a ella es la narración puede, y de hecho hace, desviarse del camino principal, sea cual sea. El hombre no sabe realmente cuál es su objetivo final aún si lo busca con todo su fuego interno. Es una representación de una imagen apegada a la realidad que nos presenta la novela. Si Crimen y Castigo puede resumirse como “un hombre comete un crimen, se ve agobiado por la culpa y se entrega”, está claro que no ocurrirá tan rápido, la extensión de la obra lo confirma, pues para que todo aquello pase debe plantearse la realidad de lo existente, que se manifiesta en la búsqueda del hombre natural. Más aún, en Crimen y Castigo se manifiestan otras búsquedas, de otros personajes, que también están ligadas a su propia vida, a su propia realidad. En la novela puede que la búsqueda esté clara desde el primer momento, pero no puede ocurrir todo desde el primer momento, ya que no habría búsqueda. El personaje comienza en un punto y termina en otro, tanto física como mentalmente y eso se da por la búsqueda (consiente o no), que se liga a un intento de deber ser infructuoso.

«El Romanticismo alemán ha puesto el concepto de novela, aun sin aclararlo siempre completamente, en íntima relación con el de lo romántico. Y con mucha razón, pues la forma de la novela es, más que otra alguna, expresión del desamparo trascendental. La coincidencia de la historia con la filosofía de la historia tuvo para Grecia la consecuencia de que las artes y los géneros no nacían sino cuando el reloj de sol del espíritu permitía leer que había llegado su hora, y cada género tenía que desaparecer cuando los prototipos de su ser dejaban de erguirse en el horizonte.» (ibíd.)

Ello establece un punto sobre el cual se trabaja con cierta confianza. La capacidad para ver el mundo con cierta coherencia, desde lo real hasta lo fantástico y responder a él con satisfacción, se da por cuanto existen verdades que no se puede sobre poner a la fantasía de la ensoñación. Es decir, las normas del mundo. El respeto a dichas normas es, ante todo, una muestra de madurez. Y dicha madurez es el resultado de todo lo dicho.

La vida

Otra característica de la novela es su naturaleza metafísica, implica que no todo lo que ocurre simplemente ocurre, sino se manifiesta dentro de un carácter del alma. Ello aplica la necesidad reconocer la verdad de aquello transcurrido en la novela. No es solo la reproducción de los hechos, en los tiempos que corren ya tenemos el cine para eso, es la presentación de lo que significa el hecho. Carácter que implica ver al hombre como un ser humano, no como la representación de una idea. Dicho así no podríamos presentar como novela algo en donde todo ocurre sin más. Incluso en obras como “El Extranjero”, en donde solo ocurren hechos, se ve esto; es verdad solo hay hechos, pero desde la indiferencia de una narración en primera persona (que solo el hecho de que alguien nos esté hablando implica ya quiere ser escuchado).  

Esta representación del hombre, que no es simplemente una idea, nace, cosa que hay que agregar, del reconocimiento de lo imperfecto del mundo, de la desmitificación de la realidad, la presentación de la biografía de un hombre tal cual es. Al desmitificarnos, eliminamos también la idea de la perfección. Es en esto en donde se encuentra la diferencia entre la epopeya y la novela, la primera nace desde lo divino, la segunda desde lo humano. Esta diferencia manifiesta un detalle a razón del ser divino, la perfección. La epopeya se basa en caracteres absolutos porque la perfección de lo divino no admite errores. La naturaleza de lo erróneo es natural del hombre, cosa importante, pues expresa, no solo la irregularidad de lo que los héroes novelísticos obtienen en su drama y también su vida, no siempre en la búsqueda del final perfecto, sino el conjunto de características que conforman la novela. Lo humano resulta contrario a lo divino. Podemos interpretar de Lukács. Dios resulta contrario a la naturaleza del demonio, lo que permite encontrar la esencia de la novela es un carácter demónico. La contradicción de la realidad y de su existencia tal cual es a los ojos del hombre. Reconocer al hombre como demonio implica aceptar su naturaleza malvada y extraña, que busca eliminar la perfección divina y entregársela al reconocimiento de los fallos terrenales. Cosa que le da a la novela todo su valor y mensaje.

El drama es otro punto importante en la novela, pero del que su existencia se manifiesta de manera confusa, no por extraña sino por amplia e inabarcable. El drama es una característica de los haceres literarios, un detalle a priori e inmanente que se manifiesta en todo. La vida en sí misma que se comprende bajo la imperfección de la realidad y del hombre que vive esa realidad.

La diferencia entre los tipos artísticos es el uso que se les da del drama. Mientras más abstracta la naturaleza de éste, menos conceptos narrativos hay, la poesía es el drama en su abstracto más sencillo, después de ella nacen el resto de los aspectos narrativos. La epopeya tiene un drama absoluto, la novela tiene un drama que se manifiesta en capas, va y viene manifestándose como una cordillera, la forma está y se alza larga y esplendorosa, pero es variable, tiene uno que otro punto caliente que generará un volcán, y este volcán presiona con calor, presión y químicos las rocas y las cambia, les realiza una metamorfosis. El hombre, en la novela, es como la roca metamórfica, cambia con respecto a su original, el cambio podrá ser simple como en la pizarra o grande como en el mármol, pero ha de presentarse. La realidad intrínseca de esto da como resultado que lo principal de la novela sea el hombre que realiza la acción y no la acción que realiza el hombre. Que resulta del proceso afincado en la naturaleza humana. «El proceso, que es la forma interna de la novela, es el camino del individuo problemático hasta sí mismo, el camino que va desde la oscura prisión en la realidad simplemente existente, heterogénea en sí, sin sentido para el individuo, hasta el autoconocimiento claro». (György Lukács, 1916).

Una aclaración del desarrollo del drama es su naturaleza simplista en la novela. A diferencia de la épica ya no existen las grandes contiendas entre los únicos aspectos naturales de lo mitológico. Ahora tenemos al hombre y su imperfección es un lienzo sobre el cual trabajar. Véase, el drama en sí mismo. Pero resulta aún más profundo que solo esto, la naturaleza del drama en la epopeya también está ligada al deber ser. Ello hace que lo presentado tenga en la épica el valor de drama ligado a la perfección divina.

«El héroe del drama no conoce interioridad, pues esta nace de la hostil escisión de alma y mundo, de la penosa distancia entre la psique y el alma; y el héroe trágico ha alcanzado su alma y, por lo tanto, no conoce realidad que le sea ajena: todo lo externo le es ocasión de destino predeterminado y adecuado. Por eso el héroe del drama no parte para poner a prueba su alma: es héroe porque su seguridad interna está dada a priori y al margen de toda prueba; el acaecer que configura el destino no es para él más que objetivación simbólica, ceremonia profunda y digna.» (György Lukács, 1916).

Este drama, es en la novela, un ejercicio compositivo, implica que el novelista inventa un plan, una estructura para los hechos, lo cual puede resultar paradójico, pero no es así. Los personajes de la novela buscan, se ven envueltos es la intercalada red narrativa y reaccionan ante ella, a la luz de la reacción de un ser que no debe ser. La estructura de la novela viene del propio escritor, él es el que de antemano organiza un plan, una idea que le dice que es lo que ocurre. Ese ser humano llamado novelista hizo la búsqueda que va a plasmar en su novela antes de empezar a escribir la primera página. Y de su respuesta se crea una estructura, un plan de obra, que lleva a los personajes de un lado a otro, lo que facilita la escritura y hace que el autor sepa qué es lo que está ocurriendo, a quién les está ocurriendo y a qué se dirige. Naturaleza organizadora del drama presentado, que el autor dirige.

En ello encontramos el intricado problema de la vida. El héroe novelístico está vivo, por cuanto en él hay una lucha interna en referencia a las verdades de la realidad en la se manifiesta el personaje. Está vivo por cuanto responde a su realidad, ya da igual si hablamos de una novela realista o una de fantasía. La vida del ser en la novela se da en referencia a las complejidades del alma humana. Esto es tal que, por mucho, que se quiera es imposible encontrar una verdadera novela en donde las complejidades de la vida estén presentes, y es así pues «La forma externa de la novela es esencialmente biográfica». (ibíd.). De tal manera que, ligado a la realidad, siempre encontramos en la novela un fragmento de la vida.

Naturaleza propia de lo que implica, que podría resultar en lo que la novela es, pero sin decirlo de manera clara. Como ya expresé la novela es más que la suma de sus partes y no puede darse una respuesta clara a lo metafísico como si se puede hacer con lo físico. Que su contraparte es una idea, una representación. La novela es la puesta en papel del espíritu humano, la forma narrativa de la madurez de nuestro tiempo.