¿Qué
es la novela?
Cabe preguntarse, pues de este se trata este blog. ¿Qué es la novela? La novela es una narración que trasciende y vive,
podrían decir algunos, sin duda lo más románticos, mas no tendríamos una
definición correcta. De nada nos serviría decir esto, pues no llega a nada. La
verdad es que, como ocurre con muchas cosas de naturaleza metafísica, la
definición de “novela” es bastante complicada; tanto que no puede darse como
tal y de manera categórica, sería como preguntarse ¿Qué es el espíritu?
La novela no es una obra de teatro larga, y
tampoco es un poema, eso es claro, pero bastante insuficiente, saber que no es,
no ayuda. En nada sirve en la definición de un elefante el saber que no es un ratón ¿Por qué la Ilíada y la Odisea no son novelas, pero Eugenio Oneguin
sí? Es decir, ambas realizan una narración en verso ¿no? Naturalmente es porque
una novela es más que la suma de sus partes y no es, simplemente, una narración
en secuencia de hechos. Carece de sentido intentar encerrar una novela en unos
parámetros únicos e infranqueables, pues cualquiera sea lo que, en cuestión de
estructura, se diga sobre la novela ya ha sido burlado con gran soltura y
habilidad.
Aspectos
mínimos y aspecto más complejos.
Sin embargo, a pesar de
lo dicho antes, podemos establecer como mínimos unas cuantas características
presentes en la novela. Aunque, claro, esas características no definen al
concepto y no explican nada. Para empezar: la novela es una narración escrita.
Es decir, la novela no existe fuera del libro, ya sea, por los tiempos que
corren, digital o físico. Esta característica implica que la novela es una
narración que existe para ser leída. Diferencia de un poema, cuya existencia
está dada por su lectura en voz alta por su declamación y capacidad de
concreción. Diferencia de una obra de teatro, la cual, aunque narra, está
pensada para contar las cosas gracias al papel que da el actor en escena.
La narración de la novela
se diferencia del cuento por dos aspectos, uno general e irresoluto y otro más
complejo e importante. El primero es la longitud. La novela es más larga que el
cuento, un cuento puede tener desde una frase hasta unas 50 páginas más o
menos, mientras que la novela se extiende más en su longitud. Aunque esto
último es perfectamente discutible. Lo segundo es el tratamiento temático. El
cuento, por lo general, toma un tema y lo aborda; desarrolla ese tema,
independiente de lo que le tome desarrollarlo, y lo concluye. En la brevedad de
dicho tratamiento y en su concreción está la base del cuento. La novela, de
manera separada, lo que hace es tomar y desarrollar varios temas de manera
paralela, por dicho motivo es en general más larga que el cuento. La concreción
de los diferentes temas que trata obliga a la narración a tomarse más tiempo
para concluir todo de manera clara.
Otro de los aspectos de
la novela está en los personajes. El conjunto de temas que trata una novela se
desarrolla a través de la interacción de los diferentes personajes, o de la
concreción del pensamiento que se da por medio de dicha interacción. Si bien esto no quiere decir que un tema, por personaje, si es verdad que para poder desarrollar los
diferentes temas es necesario que la novela tenga más personajes con los cuales
se pueda concretar el conjunto de ideas que se plantean en la novela y que el autor quiere transmitir.
Otro aspecto, ya no de la
novela, sino de la narración, es la presencia de la voz de los personajes. Si
bien es cierto que hay obras sin diálogo, también es verdad que cada personaje
tiene una voz una presencia la cual es necesario respetar. Aunque todo esto es
algo que puede notarse sin ninguna explicación de tipo de teórico. Solo es lo
mínimo, la parte tan simple que, por demás llega a resultar irresoluta.
Ello no nos define
novela.
Lo triste es que, en lo
referente a definir novela, no sirve ni siquiera la etimología. La palabra
novela viene del italiano Novella, novedad, noticia recién dada (o eso dice el
diccionario de la real academia) y ésta a su vez del latín novo (nuevo). Bien,
ello en nada nos sirve, si asumimos la novela desde lo nuevo podríamos asumir
que todo lo que se refiere a obras con más de 20 años no son novelas, y si lo
tomamos desde el término italiano, es decir, noticia, nos limitaríamos
simplemente a los hechos ocurridos, cosa que en nada diferenciaría al novelista
del historiador o el periodista, los cuales si buscan narrar las cosas de la
manera más fiel a la verdad o al hecho (aunque esto ocurre por creer que la forma en la que definía el mundo antes sirve para explicar cómo entendemos el mundo actualmente) Y se está excluyendo a las obras de no
ficción. Aunque ello no quiere decir que no sirva como punto de partida. La
novela por otra parte si parte de una narración, pero tiende más al
subjetivismo, cosa que incluso el propio Zola admitía, a pesar de todo su
naturalismo científico, al afirmar una obra era un fragmento de la realidad
visto desde un carácter. Lo correcto es reconocer que la novela es un conjunto
de cosas que se entrelazan, pero que nacen por un motivo muy concreto.
Lo primero que tenemos
que aclarar es que la novela existe porque es la forma de la narración de
nuestro tiempo. Incluso si no sirve para definirla, la etimología nos dice que
sí sería la narración del modernismo; un tiempo que podemos aplicar desde la
invención de la imprenta. El siguiente detalle histórico a favor de la novela
es la facilidad en la creación del papel. No bromeo si afirmo con toda
seguridad que sin esas dos cosas la novela jamás se hubiese popularizado. Con
el papel se facilitó la posibilidad de plasmar las ideas en un escrito y que la reproducción de un pensamiento saliera barato, con la imprenta ese escrito podía repetirse de manera
íntegra con relativa rapidez. Claro, esto no explica que fue lo que dio pie a
la novela, pero sí a su aplicación. La verdad de esto se constata en el simple
hecho de que las narraciones dejaron de ser memorizables por necesidad, lo que
permitió a los escritores plasmar su pensamiento de manera más directa, usando
la prosa, sin la intervención de alguien que la recordase en una forma de
métrica memorizable.
Con una forma más directa
de generar la narración, las cosas se volvieron mucho más claras, y las obras
se permitieron ser más largas. Pero la novela no es simplemente una narración
en prosa, como ya dije, Eugenio Oneguin es considerada una novela en verso. La prosa no es una característica inmanente de la novela, pero
convengamos en que la mayoría están escritas así. Mas la imprenta sirvió como
un contrapunto que dio al mundo la expansión del conocimiento y también la
entrada a los tiempos que corren, a este modernismo. El cual sí podemos
catalogar como nuestro tiempo.
Comprensión
de la realidad.
La novela se presenta
como la narración que viene a desbancar a la epopeya. No deja de ser épica la
novela, pues su movimiento lo tiene también la epopeya, pero el sentido del
mundo se ve cambiado. Que es algo capital para comprender qué es la novela.
Tenemos la narración, la noticia de lo que ocurre, pero también el cómo ocurre.
Nace del resultado de la separación de nuestro tiempo que no busca la epopeya.
Se siente en el mundo el resultado de lo que existe y le da a aquello que
existe una respuesta, pero esa respuesta gana por ser vaga, pues en nuestro
tiempo ha conseguido suponer que no todo es un caso de la verdad suprema de las
cosas. «La
novela es la forma de la madura virilidad, a diferencia de la infancia
normativa de la epopeya» (György Lukács, 1916). El autor húngaro quiere decir con esto que la novela
es una forma narrativa que ve el mundo con ojos de madurez. La novela, a
diferencia de la épica clásica, no existe apegada los principios mitológicos que
enmarcan a los personajes en una característica única, o, dicho de otra forma,
una enseñanza. El personaje novelesco no sacrificará a su hijo porque dios se
lo dice, y si lo hace no vendrá un ángel a salvar al pequeño. La mujer que
lleva veinte años sin ver a su marido lo dará por muerto y se casará con otro,
si se casa, claro. Pues la novela existe en una cuestión de humanidad que sabe
que no todo es un idealismo apegado a la naturaleza didáctica de la epopeya.
Cuando Lukács habla de infancia normativa, habla de cuestiones didácticas, pero
no como una interpretación de lo que es la épica. Podemos comprender que
Penélope es fiel, que Aquiles es alguien de carácter iracundo, que Ulises es
inteligente y orgulloso. Esa característica no se modifica y se lleva hasta las
últimas consecuencias; la epopeya juzga desde un principio si la característica
del personaje es positiva o negativa y hace que el personaje alcance una meta,
comprable a la característica del personaje. Si bien el autor de Teoría de Novela reconoce esto como una
interpretación muy apegada a las ideas Hegelianas que por entonces utilizaba en
su metodología de trabajo, no dejan de ser aplicables, pues la obra funciona
como guía.
La novela es
la forma de la aventura, del valor propio de la interioridad; su contenido es
la historia del alma que parte para conocerse, que busca las aventuras para ser
probada en ellas, para hallar, sosteniéndose en ellas, su propia esencialidad.
La seguridad interna del mundo épico excluye la aventura en ese sentido propio:
los héroes de la epopeya recorren toda una abigarrada serie de aventuras, pero
no se pone en duda que las van a superar interna y externamente; los dioses que
dominan el mundo han de triunfar siempre sobre los demonios (a los que la
mitología india llama «dioses de los obstáculos»). De aquí la pasividad del
héroe épico, requerida por Goethe y Schiller: el ciclo de aventuras que adorna
y llena su vida es la configuración de la totalidad objetiva y extensiva del
mundo, y él mismo no es sino el luminoso centro en torno al cual gira ese
despliegue, el punto íntimamente más inmóvil del rítmico movimiento del mundo
(György Lukács, 1916).
Y he aquí la gran parte,
el personaje novelesco no es la manifestación del ideal, es la representación
de la humanidad.
A Heracles, aún si el
gran fallo no es realmente su culpa, sí es él que cometió el error, le ponen
pruebas imposibles y el personaje, que es la manifestación de la voluntad, las
solventa y se redime. En la tragedia el personaje manifiesta algún fallo primordial
que lo lleva a su fatal desenlace, pero el motivo por el que la tragedia se
mantiene y la epopeya no, es que la tragedia mantiene una esencia de lucha que
se ve vuelca al fracaso, gracias, en parte, por la manifestación de la
realidad, que se mantiene en la esencia natural de la vida. La epopeya, sin
embargo, y la razón de su olvido en los avatares de la creación, se mantienen
en el deber ser. La búsqueda de la idea de lo que es un ideal. Gilgamesh está
en la búsqueda, y ello es el objetivo de su épica, de ser un rey sabio, aun si
no lo sabe él. La historia conduce al héroe sumerio a través de pruebas a su
voluntad y, también, al castigo a su arrogancia. Aquiles es arrogante y
colérico, su final es la muerte. Ulises es listo, agradable, buen anfitrión y
buen marido (en los estándares de la época, claro), pero muy orgulloso. Ese
defecto hace que se pierda, literalmente, durante diez años obligado a sufrir
muchos castigos a su orgullo. Una vez dado este castigo y como respuesta a sus
buenas cualidades regresa a su hogar y vive plácidamente.
La naturaleza de la épica
resulta así, pero no la de la novela. Un padre podrá sacrificarse mucho por sus
hijas, pero estas, al final, lo abandonaran, como nos presenta Balzac. La
naturaleza resulta en ese “deber ser” que es la idea máxima del ideal épico,
pero que, al ser un ideal, nunca será humano. Expresado así.
«El deber-ser, en cuya
desesperada intensidad se refugia la esencia libre y enrarecida en la tierra,
se puede objetivar en el yo inteligible como psicología normativa del héroe,
mientras que en el yo empírico sigue siendo un deber-ser. Su fuerza es
puramente psicológica, de la misma especie que la de los demás elementos del
alma; su posición de fines es empírica, de la misma especie que la de las demás
aspiraciones posibles dadas por el hombre o por su entorno; sus contenidos son
históricos, de la misma especie que los demás producidos por el curso de los
tiempos, y es imposible arrancarlos del suelo en el que han crecido: pueden
ajarse, pero no despertar para una nueva existencia etérea. El deber-ser mata
la vida, y el héroe dramático se ciñe la cintura con los atributos simbólicos
de la apariencia sensible de la vida precisamente para poder realizar
materialmente la ceremonia simbólica de la muerte como materialización de la
trascendencia existente; en cambio, los hombres de la épica tienen que vivir,
porque si no, destruyen o mutilan el elemento que los soporta, los rodea y los
llena. (El deber-ser mata la vida, y todo concepto expresa un deber-ser del objeto:
por eso el pensamiento no puede nunca llevar a una verdadera definición de la
vida, y acaso también por eso la filosofía del arte es mucho más adecuada para
la tragedia que para la épica). El deber-ser mata la vida, y un héroe de la
epopeya que se haya construido a base de un ser-debido no será nunca más que
una sombra del hombre vivo de la realidad histórica; su sombra, nunca su
prototipo; y el mundo que le esté dado como vivencia y aventura no será nunca
más que tibio vaciado de lo real» (ibíd.)
Bien, podemos sacar que
le héroe novelístico no está ligado a ese “deber ser”, sino más bien a una
búsqueda del ser. Y por ello es que Eugenio Oneguin es una novela y la Ilíada
no, pues no existe, en el primero, ese deber ser. No existe en la novela la
relación maniqueísta de lo divino. Tampoco una relación de enseñanza, la novela
sería más una diatriba semi-anárquica contra si misma que una clase con un
profesor.
La novela no busca ser la
realidad de lo presentado, pero si plasmarla a través del escritor, una representación
que intenta ser fiel, pero se ve obstaculizada por la presentación que un autor
da de ella, por ello su autor es importante. Es verdad que la obra debe
defenderse sola, pero la visión personal del mundo, esa respuesta única en cada
individuo es prueba de la realidad de la obra artística.
La
madurez y el universo ficcional.
No es que se pretenda
definir aquí que es el arte, y mucho menos literatura. Mas es claro que la
novela es una muestra de literatura y ello nos hace preguntarnos sobre cómo se
concibe la literatura, al menos en su uso de lo que pretendo hacer para mi
proyecto. La respuesta es muy sencilla: la literatura al ser un arte que se
conserva en la palabra con el fin de ser leído, se mantiene por su
perseverancia en la memoria. Lo básico de esta idea es que separa los textos
escritos y permite mantener lo artístico, que es dado a sufrir interpretaciones,
de lo no artístico, que busca trasmitir las cosas sin buscar interpretación. La
gracia consiste en recordar que lo que diga un autor de una obra artística no
tiene relación con lo que se pueda interpretar de la obra, que no es lo mismo a
decir cosas que no se han dicho. La literatura es pues, el arte en el lenguaje
perdurable.
Esta pequeña desviación
sirve para establecer los puntos sobre los cuales se manifiesta la verdad de la
novela. Es decir, una pieza de arte narrativa que no se liga al deber ser. Esta
es una cualidad inmanente de la novela, que no podría establecerse de manera
más clara. La novela busca entre otras cosas afianzarse a la realidad, incluso
con obras cuya naturaleza sea de tesis, o en el caso de novelas fantásticas o
de fantasía, las cosas no se ligan solo a una idea única y exclusiva, sino a
una multivariedad de interpretaciones y representaciones de las cosas, las
cuales se establecen por medio de la concepción de la imagen dada por el
escritor. Naturalmente, este concepto de la realidad tiene nombre propio:
Mímesis. Pero que no es como tal la mímesis absoluta, pues no está presentada
con el fin de ser solo un reflejo de la realidad. Una novela es, por lo
general, una historia inventada. Está ideada desde la idea básica de que nuestra
existencia es más compleja que aquello presentado por las particularidades de
la épica didáctica. Y aquí volvemos al porqué la tragedia perduró y la epopeya
no. La novela demuestra esa complejidad y la tragedia también.
Cuando hablamos de la
definición de una novela se tiene una imagen, quizá un poco platónica, referida
a esa palabra, es decir un tomo de cierta extensión que nos narra una historia.
Esa historia se presenta desde la verdad del destino humano como tal,
naturalmente visto desde un temperamento. Y ese es el motivo por el cual, de
nuevo, la palabra “novela” resulta insuficiente para poder hablar de la misma.
La expresión que utiliza el francés y el alemán para la ella, creo, permite ver
un poco mejor lo que es una novela, más cuando mucho de los teóricos que han
hablado del tema lo han hecho en francés y alemán, “Roman” como en “Le Roman
Expérimental” y “Die theorie des romans”. “Roman” que parece tener relación con romántico, pero
más que nada con romano, cosa que le da a la palabra un espectro imperial en su
concepción, pero también hace referencia
al romanticismo, cosa que no es
inventada como el hecho de que esté, de manera más o menos clara, esta relación
en el “Dictionnaire Français Cordial”, si bien la relación con el romanticismo es
más bien de éste hacia la novela, permite ver la característica de lo
insatisfactorio, de una separación clara de lo existente presente con lo
existente pasado.
Con ello la novela se
presenta como una narración del hombre en búsqueda de un existente presentado
más allá de lo normal establecido por una existencia perfecta.
«Los personajes novelescos son seres que buscan. El
simple hecho de la búsqueda indica que ni las metas ni los caminos se pueden
dar de modo inmediato, o que su ser dado psicológico, inmediato e inconmovible,
no es un conocimiento evidente de conexiones verdaderas o de necesidades
éticas, sino solo un hecho psíquico al que no tiene por qué corresponder nada
en el mundo de los objetos ni en el mundo de las normas.» (ibíd.)
Esa búsqueda, que no está
enlazada al destino inmutable del héroe es lo que le da a la novela su
extensión. Debido a ella es la narración puede, y de hecho hace, desviarse del
camino principal, sea cual sea. El hombre no sabe realmente cuál es su objetivo
final aún si lo busca con todo su fuego interno. Es una representación de una
imagen apegada a la realidad que nos presenta la novela. Si Crimen y Castigo puede resumirse como
“un hombre comete un crimen, se ve agobiado por la culpa y se entrega”, está
claro que no ocurrirá tan rápido, la extensión de la obra lo confirma, pues
para que todo aquello pase debe plantearse la realidad de lo existente, que se
manifiesta en la búsqueda del hombre natural. Más aún, en Crimen y Castigo se manifiestan otras búsquedas, de otros
personajes, que también están ligadas a su propia vida, a su propia realidad.
En la novela puede que la búsqueda esté clara desde el primer momento, pero no
puede ocurrir todo desde el primer momento, ya que no habría búsqueda. El
personaje comienza en un punto y termina en otro, tanto física como mentalmente
y eso se da por la búsqueda (consiente o no), que se liga a un intento de deber
ser infructuoso.
«El
Romanticismo alemán ha puesto el concepto de novela, aun sin aclararlo siempre
completamente, en íntima relación con el de lo romántico. Y con mucha razón,
pues la forma de la novela es, más que otra alguna, expresión del desamparo
trascendental. La coincidencia de la historia con la filosofía de la historia
tuvo para Grecia la consecuencia de que las artes y los géneros no nacían sino
cuando el reloj de sol del espíritu permitía leer que había llegado su hora, y
cada género tenía que desaparecer cuando los prototipos de su ser dejaban de
erguirse en el horizonte.» (ibíd.)
Ello establece un punto
sobre el cual se trabaja con cierta confianza. La capacidad para ver el mundo
con cierta coherencia, desde lo real hasta lo fantástico y responder a él con
satisfacción, se da por cuanto existen verdades que no se puede sobre poner a
la fantasía de la ensoñación. Es decir, las normas del mundo. El respeto a
dichas normas es, ante todo, una muestra de madurez. Y dicha madurez es el
resultado de todo lo dicho.
La
vida
Otra característica de la
novela es su naturaleza metafísica, implica que no todo lo que ocurre
simplemente ocurre, sino se manifiesta dentro de un carácter del alma. Ello aplica la necesidad reconocer la verdad de aquello transcurrido en la novela. No es solo la
reproducción de los hechos, en los tiempos que corren ya tenemos el cine para
eso, es la presentación de lo que significa el hecho. Carácter que implica ver
al hombre como un ser humano, no como la representación de una idea. Dicho así
no podríamos presentar como novela algo en donde todo ocurre sin más. Incluso
en obras como “El Extranjero”, en donde solo ocurren hechos, se ve esto; es
verdad solo hay hechos, pero desde la indiferencia de una narración en primera
persona (que solo el hecho de que alguien nos esté hablando implica ya quiere
ser escuchado).
Esta representación del
hombre, que no es simplemente una idea, nace, cosa que hay que agregar, del
reconocimiento de lo imperfecto del mundo, de la desmitificación de la
realidad, la presentación de la biografía de un hombre tal cual es. Al
desmitificarnos, eliminamos también la idea de la perfección. Es en esto en
donde se encuentra la diferencia entre la epopeya y la novela, la primera nace
desde lo divino, la segunda desde lo humano. Esta diferencia manifiesta un
detalle a razón del ser divino, la perfección. La epopeya se basa en caracteres
absolutos porque la perfección de lo divino no admite errores. La naturaleza de
lo erróneo es natural del hombre, cosa importante, pues expresa, no solo la
irregularidad de lo que los héroes novelísticos obtienen en su drama y también
su vida, no siempre en la búsqueda del final perfecto, sino el conjunto de
características que conforman la novela. Lo humano resulta contrario a lo
divino. Podemos interpretar de Lukács. Dios resulta contrario a la naturaleza
del demonio, lo que permite encontrar la esencia de la novela es un carácter
demónico. La contradicción de la realidad y de su existencia tal cual es a los
ojos del hombre. Reconocer al hombre como demonio implica aceptar su naturaleza
malvada y extraña, que busca eliminar la perfección divina y entregársela al
reconocimiento de los fallos terrenales. Cosa que le da a la novela todo su
valor y mensaje.
El drama es otro punto
importante en la novela, pero del que su existencia se manifiesta de manera
confusa, no por extraña sino por amplia e inabarcable. El drama es una
característica de los haceres literarios, un detalle a priori e inmanente que
se manifiesta en todo. La vida en sí misma que se comprende bajo la
imperfección de la realidad y del hombre que vive esa realidad.
La diferencia entre los
tipos artísticos es el uso que se les da del drama. Mientras más abstracta la
naturaleza de éste, menos conceptos narrativos hay, la poesía es el drama en su
abstracto más sencillo, después de ella nacen el resto de los aspectos
narrativos. La epopeya tiene un drama absoluto, la novela tiene un drama que se
manifiesta en capas, va y viene manifestándose como una cordillera, la forma
está y se alza larga y esplendorosa, pero es variable, tiene uno que otro punto
caliente que generará un volcán, y este volcán presiona con calor, presión y
químicos las rocas y las cambia, les realiza una metamorfosis. El hombre, en la
novela, es como la roca metamórfica, cambia con respecto a su original, el
cambio podrá ser simple como en la pizarra o grande como en el mármol, pero ha
de presentarse. La realidad intrínseca de esto da como resultado que lo
principal de la novela sea el hombre que realiza la acción y no la acción que
realiza el hombre. Que resulta del proceso afincado en la naturaleza humana. «El proceso, que es la
forma interna de la novela, es el camino del individuo problemático hasta sí
mismo, el camino que va desde la oscura prisión en la realidad simplemente
existente, heterogénea en sí, sin sentido para el individuo, hasta el
autoconocimiento claro». (György Lukács, 1916).
Una aclaración del
desarrollo del drama es su naturaleza simplista en la novela. A diferencia de
la épica ya no existen las grandes contiendas entre los únicos aspectos
naturales de lo mitológico. Ahora tenemos al hombre y su imperfección es un
lienzo sobre el cual trabajar. Véase, el drama en sí mismo. Pero resulta aún
más profundo que solo esto, la naturaleza del drama en la epopeya también está
ligada al deber ser. Ello hace que lo presentado tenga en la épica el valor de
drama ligado a la perfección divina.
«El héroe del drama no conoce
interioridad, pues esta nace de la hostil escisión de alma y mundo, de la
penosa distancia entre la psique y el alma; y el héroe trágico ha alcanzado su
alma y, por lo tanto, no conoce realidad que le sea ajena: todo lo externo le
es ocasión de destino predeterminado y adecuado. Por eso el héroe del drama no
parte para poner a prueba su alma: es héroe porque su seguridad interna está
dada a priori y al margen de toda prueba; el acaecer que configura el destino no
es para él más que objetivación simbólica, ceremonia profunda y digna.» (György
Lukács, 1916).
Este drama, es en la
novela, un ejercicio compositivo, implica que el novelista inventa un plan, una
estructura para los hechos, lo cual puede resultar paradójico, pero no es así.
Los personajes de la novela buscan, se ven envueltos es la intercalada red
narrativa y reaccionan ante ella, a la luz de la reacción de un ser que no debe
ser. La estructura de la novela viene del propio escritor, él es el que de antemano
organiza un plan, una idea que le dice que es lo que ocurre. Ese ser humano
llamado novelista hizo la búsqueda que va a plasmar en su novela antes de
empezar a escribir la primera página. Y de su respuesta se crea una estructura,
un plan de obra, que lleva a los personajes de un lado a otro, lo que facilita
la escritura y hace que el autor sepa qué es lo que está ocurriendo, a quién
les está ocurriendo y a qué se dirige. Naturaleza organizadora del drama
presentado, que el autor dirige.
En ello encontramos el
intricado problema de la vida. El héroe novelístico está vivo, por cuanto en él
hay una lucha interna en referencia a las verdades de la realidad en la se
manifiesta el personaje. Está vivo por cuanto responde a su realidad, ya da
igual si hablamos de una novela realista o una de fantasía. La vida del ser en
la novela se da en referencia a las complejidades del alma humana. Esto es tal
que, por mucho, que se quiera es imposible encontrar una verdadera novela en
donde las complejidades de la vida estén presentes, y es así pues «La forma externa de la
novela es esencialmente biográfica». (ibíd.).
De tal manera que, ligado a la realidad, siempre encontramos en la novela un
fragmento de la vida.
Naturaleza propia de lo
que implica, que podría resultar en lo que la novela es, pero sin decirlo de
manera clara. Como ya expresé la novela es más que la suma de sus partes y no
puede darse una respuesta clara a lo metafísico como si se puede hacer con lo
físico. Que su contraparte es una idea, una representación. La novela es la
puesta en papel del espíritu humano, la forma narrativa de la madurez de
nuestro tiempo.